Os dejo la particular visión de Pícaro digit en este año tan especial en el que celebramos el Cascamorras tras dos años sin poder hacerlo en condiciones y sin olvidar la pérdida de muchos de nuestros allegados y no tan allegados que nos dejaron en este tiempo tan funesto que hemos vivido.
Bien, pero insuperable lo que conocíamos, antes del desastre pirotécnico en la larga tradición de las empresas de Guadix. Ahora se puede apreciar mucho mejor, desgraciadamente la valía de lo que desapareció. Vaya para su recuerdo, nuestro reconocimiento postrero que lo que fueron.
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En Guadix en el teatro M. de Amescua tuvo lugar el espectáculo Belcante.
Se trataba de la presentación en Guadix de una gira en directo, en vivo por la cual la Diputación de Granada promocionaba, o al menos lo intentaba, con la cultura y el espectáculo dentro de las restricciones que todavía sigue imponiendo la pandemia y con las que se pretende dar un respiro a la Cultura en sí.
Se presentaba para la ocasión una innovación de vanguardia pues nada menos que dos figuras en su especialidad, como son Marina Heredia y Mariola Cantarero, cante y canto respectivamente fundían sus repertorios con guiños equívocos al público del buen hacer de una y otra.
Un concierto en el que pudimos disfrutar de interpretaciones en bel canto de coplas y letras flamencas y del mismo modo se pudo escuchar y disfrutar de interpretaciones rigurosas de canto clásico pasadas por el tamiz flamenco de Marina Heredia.
El resultado dejó una magnífica impresión entre el púbico que vio cómo una intérprete de canto se sentaba en una silla flamenca para cantar letras de diferentes palos flamencos que dejaron como poco sorprendido y con la boca abierta al púbico asistente. Acompañados eso si, por un versátil piano y una, no menos ecléctica guitarra flamenca, con percusión que junto al acompañamiento de cante y palmas arroparon a estos dos artistas.
Mariola Cantarero y Marina Heredia dejaron su impronta y sello personalísimo y vanguardista en Guadix como en otros sitios a los que lleguen con este espectáculo que dejará a buen seguro, complacidos y pasmados a sus asistentes como público que quieran compartirlo y disfrutarlo
Esta de hoy, es una muestra de una cabezoná, que no pudo ser.
La naturaleza, que se antoja imponente, afortunadamente nos pone en nuestro sitio las más de las veces y aunque nos deja saborear una pizca de su belleza, otras también, no deja con la miel en los labios.
No importa, esta vez no pudo ser, los pinos en bandera viejos, alargados, con tronco agrietado por el tiempo y los lances, no estuvieron a nuestro alcance, pero se dejaron intuir. El Cabañas no se pudo hollar.
Si pudimos no obstante, disfrutar de un magnífico día, en un paseo largo y tendido, mas bien, empinado que nos supo y reconfortó por la gozada de andar tan blancos paisajes trufados de verde y ocre con una pizca de azul cielo. Esto dio de si, la jornada.
Nada que descubrir y si, mucho que disfrutar.
Una propuesta resumen en una temporada con el Covid-19 de por medio, atípica, rara, diferente y no menos expresiva. Responsabilidad, disfrute, sensibilidad, poesía, temple y pasión al mismo tiempo. Música grande para todos los que responsablemente supieron que se podía apoyar a la cultura simplemente con el gesto de disfrutar del espectáculo que nos ofrecía Carmen Linares.
Sobria, elegante, y con casta suficiente para que la delicadeza fuese la tónica general de un espectáculo que deleitó por la entrega, pasión, amor y cariño por lo que se trasmite y que sin duda, llega a quienes tienen el privilegio de poderlo disfrutar.
Una excursión en otoño por el valle del río Catril depara mas de una sorpresa en cuanto a espectacularidad del recorrido y no menos sobre el color, los colores de otoño que aquí con la roca caliza, se vuelven intensos, rojizos y amarillentos violentos, vivos, casi jubilosos. Si es cierto que el nacimiento escasea de agua en su surgencia primera, pero no decae en absoluto, unos metros mas bajo.
Lo que no decae es el color, que la mañana va dejando traslucir mientras se instala el dorado en las cumbres a medida que el sol va pintando estas, en las laderas del valle.
Una excursión que se puede prolongar por las alturas hasta casi conectar con el Empañadas y los campos de Hernán Perea pasando por el cortijo del Maestrillo, que paraje, !!!!.
Lo dicho, un placer entre arboleda variada, profusa en colores en todo su recorrido y sin que falte el agua en sitios estratégicos.
Hay parajes a los que su singularidad casi obliga a que sean visitados una y otra vez. Da igual, la excusa, el motivo o la razón. La cuestión es que casi siempre se disfruta con ellos, excepto en verano, en este caso por motivo lógico, cuando decimos que vamos visitar un desierto en la provincia de Granada.
Si, un desierto que está incluido en los límites del Geoparque de Granada. Y una visita que en este caso se realiza en otoño, casi al inicio del mismo, y antes de que el terreno se ponga más impracticable por las tormentas, que de paso son como bien puede imaginarse, bastante escasas, pero destructoras en cuanto a la erosión.
Hay en esta visión de otoño un formato que he elegido por pensar, que con el mismo se puede disfrutar para quien no lo conozca de la vista natural que se puede obtener cuando se visita este paraje in situ, en directo. Espero que lo disfrutéis.
Una temporada más y atípica por desgracia. Aunque la naturaleza en este caso, nos sigue regalando su cara amable y colorida. No iba a faltar el otoño en el año del Covid-19 y no por eso ha venido, menos colorido, lozano y juguetón. Así lo hemos visto este año, quienes han subido hasta el viejo tentadero, de auténtico lujo.
elojoguadix 